18/8/09

Sobre racismo, interculturalidad y un poco sobre mi día a día

Desde que les narré hace algunas semanas mi caso de insomnio madrileño ya han pasado algunos acontecimientos nuevos que quisiera relatarles.

Hoy estoy nuevamente despierta desde las 6:30 a.m., pero esta vez no ha sido por los sonidos de la jungla madrileña, más bien ha sido por el calor y por mis ideas que se acaloran también. Tengo que admitir que ya en la segunda quincena de agosto las calles en Madrid se vuelven más tranquilas, hay algunos turistas borrachos, pero ese jaleo cotidiano que les relataba anteriormente no existe del todo, porque la gente esta de vacaciones y ha quedado noqueada por las fiestas del barrio… incluso hoy solamente se ha pasado un barrendero por la calle y ya son las 7:25 a.m. y ningún chino ha abierto sus persianas.

Sin embargo en lo respectivo a la bulla callejera de la zona, culminamos la cúspide de movimiento, caos y desenfreno acústico con la Fiesta de la Virgen de la Paloma este último fin de semana. Nosotros ya habíamos vivido una semana antes las fiestas de San Cayetano y pensamos que eso era lo último y que después tendríamos paz, pero no… también las celebraciones de la bendita paloma tuvieron su resonancia en nuestra calle…. Pero bueno, ¿quién le pone ya atención al ruido callejero? Hay cosas mucho más interesantes que les puedo contar actualmente… y además ese bullicio quedara, para nosotros, pronto en el pasado, ya que nos mudamos a un pueblo.

Volviendo a las celebraciones de San Cayetano, festejo castizo y de mucha tradición. No puedo negar que es una fiesta alegrísima, pero de castizo le he visto yo poco, solamente el mismo día que han sacado en procesión a San Cayetano pude reconocer lo que ese festejo pudo haber sido en sus orígenes o lo que pretendía ser. Por lo demás era una feria tal cual, con lotería, churros, tostas, cerveza y minis de cubatas. Había un mega escenario con sus respectivos altavoces, sobre él cual todas las noche tocaba un grupo musical canciones cumbieras, rockeras, de pop español y para culminar el evento de música heavy, esta última tendencia musical fue la que me comprobó que de castizo y tradicional nada de nada. Sin embargo no puedo evitar mi vocación de antropóloga y disfrute mucho viendo a las gitanas como salían con sus mejores galas a la fiesta y se mezclaban con la población china del barrio, la cual también participaba en el festejo con minis de cerveza. Incluso hubo un momento en el que creí en una sociedad interculturalidad. Cuando me vi ahí con Carlos y Marcos, tomándonos unas cuantas cervezas al lado de españoles de toda la vida, gitanos, chinos y latinoamericanos, sentí que distintas culturas podían convivir en un mismo espacio- es lo que ya había dicho yo antes: ¡la fiesta puede ser alegrísima! Sin embargo ese subidón de interculturalidad (y cerveza) fue rápidamente interrumpido por un acto bárbaro y deplorable. Estábamos ahí disfrutando de tanta alegría y unión, cuando de repente vemos como dos chicos españoles agarran a un señor de origen africano e intentan sacarlo inadvertido del festejo. De inadvertido nada, porque al africano que intentaban hacer desaparecer no lo podían controlar ellos, él medía dos metros de estatura y estaba fuerte, mientras que los españoles (que eran polis vestidos de civil) tenía la estatura medía de este país. Así que “el negro” puso resistencia y empezó a gritar que él no tenía nada tirando, como evidencia, todas sus pertenencia al suelo. En ese instante es cuando a Carlos, Marcos y a mi nos saltó la alarma en pro de los derechos humanos y nos levantamos para ir a defender al señor. Nos estábamos levantando justo cuando llegaron refuerzos para los polis secretos. Ahora el detenido ya no tenía que forcejear solamente con dos chontes (como dicen en mi tierra), se le habían sumado otros tres o cuatro policías más y así lograron llevarlo a la esquina de la plaza. Para mi fue un acto de pura violencia, durante él cual la fiesta lógicamente no fue interrumpida, es más, a nadie le importo, nadie se levanto y nadie protesto. Estábamos nosotros tres ahí parados al lado de los sucesos, para que los polis no se pasarán con la violencia. Supuestamente él había hecho algo delictivo y lo tenían que llevar a la comisaría. El señor para evitar que lo llevaran gritaba, pero nadie lo escuchaba, se desnudaba, pero nadie lo miraba y se daba él mismo golpes contra el suelo, pero a nadie le daba pena. Los polis se sentían inseguros con nuestra presencia y logramos que no le pegaran en ese momento, solamente lo intentaban tapar, para que no fuera un negro desnudo. Lo que paso después, en el momento que lo metieron en la patrulla, ya no lo sabemos, tampoco supimos que más hacer, solamente pudimos evitar con nuestra presencia que golpearan al señor…. yo me quede esa noche con un sentimiento de impotencia, ¿qué se hace? Ante todo ¿qué se hace, cuando esto actos son parte de una normalidad para todos y nadie se inmuta?

Pues ahí se me quedo lo alegrísimo de la fiesta de San Cayetano.

Se que la discriminación y el racismo están vigentes en todo el mundo, no lo deseo limitar a un caso español. Por ejemplo hace pocos días hablaba por teléfono con una conocida procedente de Georgia que ahora vive en Berlín. Ella me contaba como fue atacada por un grupo de mujeres rusas en su lugar de trabajo. Sin embargo lo peor fue cuando esta chica georgiana llamo a la policía alemana para denunciar el ataque físico y verbal de las rusas. La policía se presento inmediatamente en el lugar de los hechos, hablo con mi amiga y también con las mujeres que la estaban acosando. Luego volvió a hablar la policía con la chica de Georgia pidiéndole que por favor dejara en paz a las señoras rusas y que ante todo ya no volviera a molestar a la policía alemana con este tipo de casos, argumentando que los problemas que pudieran tener rusos con georgianos o viceversa no eran incumbencia de la policía alemana. Me pareció inaudito como dejaron a la victima sola y encima de todo culpándola. Mi amiga se encerró en su lugar de trabajo, del cuál no pudo salir, ya que las mujeres rusas, más seguras que nunca, le empezaron a golpear las puertas y las ventas del sitio, gritándole más insultos. Ella se quedo así, encerrada durante algunas horas, hasta que vino su novio, que es alemán, a buscarla y con la ayuda de algunos vecinos cerraron el local. Ella ya no trabaja en ese barrio de Berlín y le puso una denuncia a la policía alemana.

Como verán, este tipo de actos son cotidianos en nuestra sociedad, justo ayer veíamos con Carlos como dos vigilantes en la Gran Vía le gritaban chistes y burlas a dos peatones chinos.

Europa no quiere más migrantes y eso se nota, se nota en la política, en las nuevas leyes, en la población y se nota ante todo en el día a día.

Yo sigo creyendo en la interculturalidad e intento practicarla en lo cotidiano, lugar donde esta debe de existir, así como también lo afirma la antropóloga mexicana Rossana Reguillo, cuyos textos he estado leyendo estos días y me parece completamente acertado su análisis. No hay que dejarse cegar por esa supuesta interculturalidad que actualmente esta de moda, aunque cada vez comamos más comida china con palillos, bailemos salsa, sazonamos nuestras comidas con especies tailandesas y marroquí y nos parezca súper exótico vacacionar en el tercer mundo, eso no es interculturalidad. Estas mismas culturas las tenemos enfrente de nuestra casa, son nuestros vecinos y a la mayoría le provocan miedo, las desconocen y no las relacionan con lo exótico, las relacionan con el peligro. Hay que tener cuidado y reitero, hay que introducir y aplicar la interculturalidad en nuestro día a día, en nuestros colegios, universidades, trabajos, mercados, teatros, ferias, autobuses y en nuestras vecindades.

Bueno, me despido con esa idea, ya otro día les contaré mi faena buscando trabajo en esta ciudad y la alegría que nos produce el irnos a vivir al campo…

Paula

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Rossana Reguillo: “Pensar el mundo en y desde América Latina. Desafío intercultural y políticas de representación” en Diálogos de la comunicación, ISSN 1813-9248, Nº. 65, 2002, pags. 61-71

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