9/7/08

Habitar el filo

Poco queda por decir de aquella magnífica experiencia vívida y compartida. Como ya contó Marcos, en ningún momento pensamos que aquello cobraría tal dimensión. Una performance programada para durar unos 30 o 40 minutos se convirtió en todo un viaje que duró algo más de dos horas y del que muchas personas se quedaron fuera.


En principio parecería que todo se montó de un modo espontáneo. Nada más lejos de la realidad. El hecho de que Marcos y yo materializáramos la idea en una hora escasa no le resta importancia a las numerosas conversaciones sobre teatro y artes escénicas que hemos compartido. Es mas, creo que el haber compartido con mi amigo y compañero horas de clase, ensayos y delirios artísticos abrió la puerta para que la complicidad se convirtiera en propuesta y la propuesta en acción. Sin embargo lo que hizo posible aquello fue la disposición que mostraron todos los que desearon participar. Paula es un claro ejemplo de ello y la narración de su experiencia es un testimonio fantástico.


Muchas veces me he preguntado sobre la función del teatro, ¿qué espera la gente encontrar ahí? ¿qué hace que un hecho escénico sea en ocasiones irrepetible? Estas cuestiones aparentemente tan sencillas, no lo son en absoluto. Existen numerosas ideas, tesis, libros al respecto. Grandes maestros y artistas han aportado su visión. A nosotros nos queda empaparnos de todo lo escrito y dicho (algo que puede alcanzar dimensiones enciclopédicas), o mejor aún, experimentarlo. Boal nos dice que el teatro “(…) es el arte de vernos a nosotros mismos, el arte de vernos viéndonos”. Ciertamente esto es así, de hecho la palabra teatro proviene del griego theatron, lugar para contemplar. Mayorga apunta en esa dirección afirmando que “el teatro se hace ante una asamblea (…) El teatro convoca a la polis y dialoga con ella”. Esta última afirmación habría que someterla a juicio de alguna manera, ya que lo que se da no es exactamente un diálogo, puesto que la polis o el espectador, no interviene en el momento de la acción ni varía acontecimiento alguno. En este sentido me interesa mas la frase de Boal “(…) el arte de vernos viéndonos”, ya que esto si requiere de una acción recíproca. No en vano el director brasileño introduce de manera crucial al espectador en su teatro foro, permitiendo o facilitando así una suerte de catarsis colectiva. Para Boal no hay sino “espect-actores”. Algo parecido intentamos crear nosotros. Así como no es sencillo explicar cuál es la función del teatro, tampoco resulta fácil hablar de la performance. Podemos considerar que este género es la pieza clave, la bisagra de la ruptura que se produce en el arte en la primera mitad del siglo XX. La performance evoluciona a un ritmo vertiginoso y sufre múltiples mutaciones hasta lo que hoy en día entendemos como tal. Sea como fuere a nadie se le escapa que este tipo de arte requiere de un compromiso por parte del artista y del espectador. Es esta unión especial la que la diferencia del teatro, al menos del que con frecuencia nos rodea. Algo indiscutible es que en este tipo de representación, como apunta Gloria Picazo, “(…) el artista deviene su propia obra de creación (…)” y esto aterra a aquel que la presencia. El miedo a lo desconocido, a penetrar en otro tipo de lenguaje, a plantearse preguntas toma forma a veces como rechazo, a veces como admiración. Las tripas, los sesos no son inmunes a la performance, siempre se dialoga con ella, o mejor, a través de ella. Nos damos cuenta que el encuentro aún es posible.


¿Qué es antes, el teatro, o la performance? Evidentemente si nos referimos a una época en concreto y a su expresión, el teatro es anterior. Pero si hablamos de su labor renovadora y liberadora no estaría tan seguro. En los anales de este arte tildado tantas veces de radical, reconocemos como demiurgos del hecho al grupo DADA entre los que destaca Marcel Duchamp, el colectivo FLUXUS de cuyos integrantes destaca John Cage como creador y Georges Maciunas como aglutinador de un grupo tan heterogéneo. Precisamente para este último, los fines de FLUXUS eran “sociales y no estéticos”. ¿No debería ser así siempre en el teatro? Esther Ferrer, pionera de la performance en España, nos dice lo siguiente sobre su grupo denominado ZAJ: “ZAJ, no le cuenta historias, ni le quiere, ni le detesta, ni le busca, ni le excluye, en realidad, ZAJ, solo hace, por ejemplo, convierte al espectador en actor, transformándose el mismo en espectador, aunque usted no lo quiera. Aunque se escape, aunque intente impedirlo, está dentro de ZAJ en el momento en que ZAJ se presenta ante usted.” Artaud sostenía que “(…) no podemos seguir prostituyendo la idea del teatro, que tiene un único valor: su relación atroz y mágica con la realidad y el peligro”.


Aquella noche una de las chicas que se “aventuró” a participar, se paró delante de la puerta tras la cuál se encontraba nuestra instalación y con voz temblorosa nos preguntó - ¿pero qué me vais a hacer? - y aquellas palabras nos supieron a Marcos y a mí a gloria.


Carlos, obrero de la palabra.

1 comentario:

María Ximena O. dijo...

Hola Marcos, Carlos y Paula!! Leo con atención y curiosidad los recuentos sobre esa interesante performance que hicieron, y la sensación que tengo es que la palabra -escrita- se queda corta.. puedo imaginarme la experiencia y hubiera querido estar ahí en persona!

Hace unos meses pensaba yo en algún tema parecido que quiero compartir:
http://mitosdehoy.blogspot.com/

Si tienen fotos o grabaciones de voz que puedan compartir, me encantaría!!

Saludos y adelante obreros de la palabra!!!!!

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